viernes, 11 de noviembre de 2011

TEXTO DE REPORTAJE ROLLING STONE


Habían quedado en la Puerta del Sol. El único dato que los entonces aspirantes a periodistas Kike Turrón y Kike Babas (así es como firman Quique Conde y Quique Suárez) tenían sobre él era que llevaría una camisa de flores. Difícil no identificarle. Ellos acudieron a la cita en el kilómetro cero de Madrid con un par de litros de cerveza. Era 1989 y contaban 20 años. A la hora fijada apareció: Roberto Iniesta, 27 años, pelo largo y, efectivamente, con una camisa floreada, dispuesto a que le hiciesen una entrevista para una radio que no existía. Por aquella época los dos Kikes eran unos gandules enamorados de la música. Su plan era, básicamente, el siguiente: se hacían pasar por periodistas para conseguir discos gratis. Seleccionaban a los grupos maqueteros que se anunciaban en las revistas, les llamaban y les contaban la milonga de que eran críticos para que les enviasen su música. Así operaron con Iniesta. Cuando les llegó su maqueta, se les voló la cabeza. No habían escuchado algo tan salvaje y auténtico como aquello. Trazaron un plan: quedar con el tal Roberto Iniesta con la excusa de que tenían un programa de radio y, claro, entrevistarlo.
¿El objetivo de los dos farsantes? Emborracharse con ese “tío que hacía un rock tan descarnado”. “A la entrevista no llevamos grabadora ni bolígrafo. Cuando llegamos al lugar fijado, lo vimos: nos miramos y nos reconocimos al instante”, recuerda ahora el ya periodista Kike Babas, de 40 años: “Íbamos de chulitos con nuestra cerveza, pero Robe sacó una piedra gigante de hachís y soltó: ‘Probad el costo de mi tierra, que es mejor que la mierda que os venden aquí”. Kike Babas apenas recuerda más, seguramente porque enseguida comenzaron a liarse canutos. “Bueno, sí”, rememora: “Dijo que le gustaban AC/DC y Leño, que había tenido un puesto de chucherías en una furgoneta que ponía frente a los colegios, y que había sido yonqui. Pero de aquello hablaba en pasado”. Hay algo más. Cuando los dos periodistas le dijeron que se les había hecho tarde y que tenían que volver a su barrio, Hortaleza, Robe les preguntó: “¿Hortaleza? Entonces le soléis pillar a la Julieta, ¿verdad?”.
Pero, un momento: éste no es un reportaje sobre drogas, y ese Robe de 1989 ya no existe. Inteligente, tímido y algo huraño. Terco, y amable en las distancias cortas. Introvertido, y siempre alerta. Leal con sus amigos, que han quedado reducidos a unos pocos por decisión propia. La leyenda de maldito de Robe es la más legendaria del rock español. Todos hablan, pero pocos le han tratado. Las personas que aportan sus opiniones en este reportaje han convivido con el último rockero auténtico. “Es muy intenso y visceral, con todo lo bueno y lo malo que esto conlleva”, explica Ernesto Muñoz, extrabajador de Dro, la discográfica actual de Extremoduro, que pasó con él los últimos años del siglo pasado. “Desprende un magnetismo especial”, añade Juan Bosco, representante de Los Del Tonos, que coincidió con Robe en el 96: “Supo controlar sus desequilibrios y ese control le ha dado la vida”.
Caricaturizar a Robe con salvajes y drogotas historias de su pasado es un error. El Roberto Iniesta de 2011, que publicó recientemente su duodécimo disco, Material defectuoso, no se parece en nada a ese talentoso-pero-asilvestrado joven que salió de Plasencia con una maqueta llena de buenas canciones y una tarjeta de visita con su nombre completo, Roberto Iniesta Ojea, y el autoproclamado título de Rey de Extremadura. Roberto Iniesta tiene ahora 49 años. Vive desde hace casi 15 en Lezama (Vizcaya), un pequeño pueblo a 20 minutos de Bilbao, con su mujer Bibi y dos hijos de 21 y 22 años. A uno de ellos le ha comprado un coche. Vive en una casa que muy pocos conocen. Le gusta la comida casera, echa de menos el sol del sur (donde vivió una temporada), ve mucho cine (en DVD), escribe y lee todas las noches (novelas de acción, biografías, best seller…). Y, en los últimos años, ha estudiado gramática y ortografía en la Universidad a Distancia.
En un radio de menos de un kilómetro viven sus amigos cercanos: el guitarrista Iñaki Uoho, de 47 años (Iñaki y Robe forman Extremoduro), y Fito Cabrales, de 45, estrella del rock español al mando de Fito & Fitipaldis. A los tres les gusta salir en bicicleta por el monte. Vida sana. Robe lleva a su perro a entrenar, sale poco de casa, no alterna, no va de copas y vive un momento interesantemente fértil,  ya que, además de su nuevo disco (Material defectuoso), que se publicó el pasado 24 de mayo, Extremoduro está a punto de terminar otro largo más. Se acabó la sequía. Ah, y no suele dar entrevistas, con lo que alimenta, no se sabe si premeditadamente, su leyenda de tipo misterioso. De hecho, ante la publicación de Material defectuoso decidió no hablar con la prensa. Su discográfica, claro, torció el gesto: sabe que si Robe realizase algunas concesiones promocionales, vendería mucho más. Pero él, tozudo, no traga. Desde que Dro fichó a Robe, en el 91, le deja hacer y deshacer a su antojo. “Jamás se le ha impuesto nada”, explica David Bonilla, de la compañía. Y añade: “Se le pueden sugerir ideas, pero él lo tiene muy claro. Sobre todo, sabe lo que no quiere. Nosotros podemos o no estar de acuerdo, pero lo respetamos”.
Lo mismo que su decisión de no ofrecer ahora entrevistas. “Ha sido un año de mucho trabajo. Y lo que nos queda…”, cuenta cuando llamamos a su puerta Iñaki Uoho, ex guitarrista de Platero y Tú, productor y mano derecha de Robe y su gran conexión con el mundo exterior. “No quiere hablar hasta que se publique el próximo disco [en 2012, asegura su discográfica]. Entonces habrá una gira y hablará. Está muy ocupado trabajando”, recalca con amabilidad Uoho. “Espero que lo comprendáis”, se despide. Lo que Robe tiene ahora entre manos es bueno. Algunos piensan que sus nuevas canciones ya no arañan como antes, que han perdido fiereza y garra. Otros que es lo mejor que ha escrito nunca…  
Lo único cierto es que Robe ha sobrevivido a su leyenda sin renunciar a nada y haciendo siempre lo que ha querido: ha recorrido España en caravana; se ha ido de juerga con Pepe Risi (la leyenda de Burning); tuvo una línea 906 (no erótica, claro, era para informarse de las novedades de Extremoduro); ha vendido miles de discos (cuando se vendían discos y cuando no); ha llenado pabellones sin sonar en la radio ni en la televisión; y ha muerto y resucitado varias veces. “Todos me queréis matar, joder, que no me quiero morir”, solía decir ante los frecuentes rumores de su fallecimiento.
Además, se estrenó como escritor en 2009 y triunfó: su primera novela, El viaje íntimo a la locura, lideró varias semanas la lista de los libros de ficción más vendidos.
Pero, sobre todo, ha conseguido que miles de jóvenes (y no tan jóvenes) de todas las tribus, de distinta condición social y diferentes lugares tengan devoción por sus canciones y diseccionen cada movimiento de la persona y el personaje en sus conciertos. Aún hay chicos que, cuando Robe cierra los ojos en directo, piensan: “Mira, se nota que va puesto de todo”. No es cierto. Tiene los ojos cerrados porque está sintiendo la canción.
Aunque la verdad es que a Robe nunca le interesó tener buena reputación. Su voz cazallera, ronca, y su rostro curtido por un pasado ciertamente salvaje no ayuda. Nacido en 1962, hijo de una familia humilde, de campo, de Plasencia (40.000 habitantes, al norte de Cáceres), pocos datos biográficos hay de sus primeros años. Se sabe que su padre era chapista y presidente de la peña del Atlético de Madrid en Plasencia. “Yo le tengo simpatía al Atleti, porque de pequeño iba con mi padre algunos domingos al Calderón”, dijo Robe en 2002 al recordar la famosa foto, publicada en Marca, donde posaba junto a Rosendo Mercado con la camiseta colchonera. La foto se publicó el 20 de abril de 1996. “Mi padre no llegó a ver al Atlético campeón de Liga ese año. Se murió semanas después de que se publicase la foto, pero le hizo ilusión verme en el Marca”, ha dicho. A su padre también le dio tiempo a ver cómo su hijo obtenía al fin el reconocimiento masivo gracias a su obra maestra, el disco Agila (1996) –del que luego hablaremos–, pero también fue testigo de las muchas y diversas locuras de su hijo. Una de ellas terminó muy bien.
El verano de 1987 nace Extremoduro, y dos años después consigue grabar su primera maqueta vendiéndola por anticipado con vales a 1.000 pesetas (6 euros), que le sirven para financiar la grabación en Madrid.
Con esa maqueta, Extremoduro aparece por primera vez en televisión. En 1990, los tres miembros del grupo –Salo y Luis Von Fanta, de los que en la actualidad poco se sabe, completaban la banda– acuden a uno de los programas musicales más irreverentes de Televisión Española, Plastic. Mítico es ya el vídeo donde interpretan su canción clásica Jesucristo García, y en el que Robe reta amenazante a la cámara con una túnica y una corona de espinas hecha con una cadena. “Los invitamos al programa porque nos gustó mucho aquella maqueta”, recuerda Tinet Rubira, entonces presentador del programa junto a David Bagès y Marisol Galdón. Rubira dirige ahora Operación Triunfo, el programa donde, seguro, nunca aparecería Extremoduro. Ni ahora ni antes.
La razón es simple: sus canciones estaban cargadas de poesía callejera, insolente, de preso común, obscena pero bella, evocadora y poderosa. En la famosa maqueta hay canciones como la citada Jesucristo García, un himno ya intemporal con referencias a la heroína; o Extremaydura, una jota nuclear y arrabalera dedicada a su tierra. “Si yo fuera presidente de Extremadura”, reflexiona el escritor Lorenzo Silva, que entrevistó a Iniesta para Rolling Stone en 2006, “ya habría cambiado el himno de la comunidad por el de Extremaydura. En esa canción, aunque muchos políticos piensen lo contrario y se queden en la superficie de los tacos, se nota su amor por Extremadura. Los extremeños son así. Gracias a la frustración que les produce su tierra han salido de allí para conquistar el mundo”. “Tierra de conquistadores/ no nos quedan más cojones”, canta en este tema Robe, quien, cual Hernán Cortés, salió de Extremadura para buscarse la vida.
“Plasencia es un sitio para gente mayor, un lugar desfasado, de pensamiento retrógrado”, dijo en una de las pocas entrevistas que concedió tras abandonar su ciudad. “Mi único consejo a los grupos de allí es que se larguen cuanto antes”, remató.
Extremoduro llega a Madrid para dar su primer concierto en la capital. Fue en la Sala Jácara, en un concurso de maquetas patrocinado por Yamaha. Entre el jurado estaban (toma ya) Bibi Andersen y Pablo Carbonell.
“Yo he votado a los punkis esos, que me han gustado mucho”, dijo el actor, músico y presentador refiriéndose a Extremoduro. Kike Turrón y Kike Babas estaban allí. “Fue increíble”, recuerdan: “Un concierto que nos marcó a todos. Se nos ponía la piel de gallina con sus canciones. Además, era como nuestro secreto. Un grupazo”.
Robe estaba convencido de que ganaría el concurso. La diferencia con respecto a los otros era notable. Pero no ganaron: quedaron terceros. Sin embargo, en ese concierto había alguien de la discográfica Avispa, que fichó al grupo para publicar su primer disco...



Se llamó Tú en tu casa, nosotros en la hoguera (1989) –posteriormente regrabado y retitulado como Rock transgresivo–. Robe, en la interesante biografía escrita por Iñaki Fernández, resume con una frase su primera y frustrante experiencia discográfica: “Ellos eran unos mánagers de Madrid, muy listos; nosotros, unos catetos de pueblo”.
Con Avispa acabaron mal. Y con la siguiente discográfica, Pasión, donde grabaron su segundo disco, Somos unos animales (1991), peor. “Eran unos listos. Con ellos no se podía discutir”, contaba Robe sobre Pasión: “Ibas todo enfadado a reclamarle algo y, al final, le tenías hasta que dejar dinero. Siempre pasaba igual, salías de allí sintiéndote un poco imbécil”.
Eso se acabó en 1991. José Manuel Gómez, que trabajaba entonces en la discográfica Dro (entonces independiente, luego comprada por el gigante Warner), fue a ver un concierto de Extremoduro. “Es muy fácil describir cómo era Extremoduro en aquella época. El batería se quedaba dormido mientras tocaba, el bajista iba a su bola, Carlos El Sucio, el otro guitarrista, se daba cuenta de que tenía su instrumento desenchufado a la cuarta canción, y Robe… Robe tocaba bien, pero cuando le escupían decía: ‘Eso que me echáis no será lefa, ¿verdad?”.
La gente que acudía a aquellos conciertos temblaba pensando que Robe podía abandonar el escenario en cualquier momento. Era imprevisible. A veces eran un caos total –Robe a veces olvidaba la letra y balbuceaba– y, a veces, soberbios.
“Los vi y aluciné”, recuerda José Manuel Gómez, quien rápidamente llamó al presidente de su discográfica para fichar al grupo. “Al día siguiente, Robe apareció por la compañía Dro”, continúa Gómez: “Flipamos con él y con el tamaño del porro que se estaba fumando a las 11 de la mañana”. Ese mismo día el contrato quedó listo. Tres días después, lo firmaron.
No hubo mucha promoción de los primeros discos que Extremoduro grabó con Dro porque Robe no quería. Tampoco había entonces mucho interés por parte de los medios de comunicación generalistas. “Gracias a Dios que no daba entrevistas”, bromea Gómez, “porque Robe montaba un pollo a la mínima”.
De aquella época es la famosa entrevista que Mariskal Romero, periodista básico del rock español, le hizo al cantante y que nunca se emitió en su programa de radio. La grabación se hacía después de comer. En el almuerzo, Robe se clavó una botella de vino entera y dos cubatas en cinco minutos. Obviamente, estaba borracho. Mariskal, para abrir la conversación, le preguntó: “¿Qué tal te tratan los extremeños?”. “Son unos gilipollas”, respondió Robe. “Habéis tocado en Galicia…”, esquivó Mariskal: “¿Qué tal te han tratado los gallegos?”. “Son unos gilipollas”, replicó Robe, quien durante varias preguntas mantuvo la misma respuesta. Mariskal se hartó, tiró el micrófono y le dijo: “Robe, tú sí que eres un gilipollas”.
Deltoya (1992) y ¿Dónde están mis amigos? (1993) son los discos de la llamada 'Época del Caos'. Robe empezó a disfrutar de los primeros éxitos y dio rienda suelta a los excesos. En 1992, Extremoduro encabezaban los carteles de varios festivales y se creó la que se llamó Quinta del 92: varias bandas (Reincidentes, Porretas, Soziedad Alkohólika…) que saboreaban el éxito en el rock duro alternativo al amparo de las protestas por la celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América.
En aquella época Robe se separó de su mujer. “Ella lo echó de casa”, cuenta un amigo cercano. “Sólo ellos conocen las razones exactas, pero no es muy difícil imaginárselas”, añade esta fuente.
Robe vivía lejos de sus hijos, que no tenían más de cuatro años, dando tumbos entre Madrid, Bilbao, Burgos (“una época para no recordar”, comentó Robe) y Barcelona, donde llegó a recibir una paliza, propinada por los músicos de la banda que formó en Cataluña, y debido a problemas de dinero. Viajaba en una caravana con la única compañía de su perro Angelito, un bulldog con el que posó en uno de los pocos retratos que se ha dejado hacer.
“¿Dónde están mis amigos? fue un disco muy sincero”, dice Robe, que cantaba aquello de “voy a dejar esta ciudad/ no me pienso despedir/ de la gente hace ya tiempo estoy ausente” en Sin Dios ni amo: “Era una época un poco jodida. Hay bastante de lo que llevaba dentro sacado para afuera. Andaba un poco perdido de tanto viajar”.
Fernando Madina, voz del grupo Reincidentes, colaboró en el disco y vivió una semana con Robe en Madrid. Era un piso en el Paseo de Pontones (cerca del Vicente Calderón) de su mánager de aquella época, Tomás Rodríguez, que ahora trabaja en telecomunicaciones y que no ha querido hablar para este reportaje (“Extremoduro es un grupo muy bueno, pero hace tiempo que acabamos por diferencias musicales. Y ya está”, nos espeta).
“Había días que teníamos el estudio libre y otros que no”, recuerda Madina: “Cuando no podíamos grabar nos íbamos por ahí a liarla”. Y añade: “Robe es un tipo diferente. Siempre estuvo convencido de su talento. Siempre fue más poeta que músico”. Un año después, durante la grabación de Deltoya (1992), el guión del caos continuaba escribiéndose. Robe recuerda que salía poco… por el día. “Sólo por la noche, porque no me gustaba ver los caretos de tanta gente. En Madrid los bares no cerraban nunca”.
En uno de esos bares celebró una fiesta privada tras un concierto con otros grupos con los que compartió cartel. Uno de los asistentes recuerda la noche en cuestión. “La imagen de Pepe Risi [guitarrista de Burning, fallecido en 1997] y Robe Iniesta cogidos de la mano y borrachos, sonriendo, es impagable”. A las 5 de la mañana, el dueño del local amenazó con cerrar. “Robe, sin soltarle la mano a Pepe Risi, tiró un fajo de billetes en la barra y dijo, con su voz ronca: ‘Tranquiiiiiiilo, chaval. Que te voy a pagar. Que tengo dinero’”. La fiesta, lógicamente, siguió.

Caos y pasta. Deltoya es un disco que dejó respetables cifras de venta y Extremoduro ofreció buenos dividendos a su discográfica. Eran un valor en alza, por muy esquivo que fuera su líder. Robe empezó a manejar dinero, cambió de músicos y, en 1994, se compró una casa a pocos kilómetros de Granada. Era un chalet con piscina donde le servían el pan y el hachís a domicilio.
Allí recibía la cada vez más frecuente visita de Iñaki Uoho (guitarrista de Platero y Tú, donde cantaba Fito Cabrales), con quien empezó a gestar el disco Pedrá, un álbum que se construyó a través de una sola canción que duraba 29 minutos y 28 segundos. Aunque grabado en 1993, Pedrá se publicó en 1995. Pese a lo aparentemente anticomercial del proyecto, el presidente entonces de Warner, Saúl Tagarro, se empeñó en que alguna parte del disco sonara en Los 40 Principales. “Aquello era una locura”, recuerda José Manuel Gómez, que por entonces trabajaba en Warner:. “Al jefe de la discográfica le decíamos: ‘¿Qué parte vas a seleccionar? ¿Donde canta ‘hijo de puta’ o en la que dice ‘busco colillas, me saco las armondiguillas?”.
En Granada, Robe llevaba una vida tranquila. Pero enferma. Dolores de oído y principio de tuberculosis, recuerdan los amigos que le visitaban. Decidió frenar y se propuso dar por cerrada la Época del Caos. Era 1995 y por primera vez se sentía incómodo con la leyenda de músico maldito.
En esas tardes de verano aparecía por su casa su entonces amigo y poeta Sor Kampana. Valenciano de su misma edad, Robe había incluido algunos de sus versos en sus discos. “Le pedí que viniese a Valencia para tocar gratis para los presos. Me dijo que no. Éramos muy ingenuos”, recuerda Sor Kampana, que solía jugar con Robe al ajedrez. “Cuando nos conocimos me dijo: ‘Tío, creía que eras una tía o un hombre viejo’. En aquella época era bastante más normal de lo que decía su leyenda”.
Por esa casa también pasó Juan Bosco, mánager de Los Del Tonos, que había trabajado con Robe en alguna ocasión: “La leyenda superaba la realidad. No eran monjas de clausura, pero eran muy normales. En aquella época Robe desprendía un magnetismo especial, lo veías tocar solo con la guitarra acústica y te conquistaba. Era una gran bola de energía capaz de cautivarte. Un tipo agradable y amable. No hacían ni contratos para tocar en directo, pero eran muy serios. Ya no había ni desfases ni descontrol”.

De esa tranquilidad nace su obra maestra, Agila (1996), que significa “espabila” en castúo, el dialecto extremeño, un álbum que cambiaría de una vez por todas la vida de Extremoduro.
Robe pidió a Iñaki Uoho que fuera a Granada, porque quería enseñarle sus nuevas canciones. Iñaki lo escuchó y se entusiasmó por su tremenda calidad. Fue el encargado de poner en orden tanto talento desbocado. Se marcharon a Madrid para grabar. “Tenía que controlar a todo aquel rebaño, organizar toda aquella anarquía”, recordó Uoho en el libro 201 canciones para engancharse al pop rock español. Las canciones de Agila se grababan por la noche. “No salíamos de copas, la fiesta era allí”, explica Uoho. A determinada hora de la noche Robe salía a comer un bocadillo de tortilla. Iñaki aprovechaba su ausencia para colocar una claqueta para controlar el ritmo de cada canción.
“Lo tenía que hacer a escondidas”, recuerda Iñaki: “Robe aborrecía ese aparatito”. “Ese clacómetro es antimusical. No lo quiero”, gruñía Robe, convencido de que las canciones eran grandes.  
Así fue: críticas de cinco estrellas, canciones inmensas rebosantes de poesía inédita en el rock español (en las que se incluyen versos de Pablo Neruda, Miguel Hernández y Antonio Machado); entrevistas en Canal Plus… “Hemos sido un grupo secreto, pero porque se ha pasado de nosotros”, dijo en la presentación de Agila: “Pero yo nunca he querido ser una banda de culto ni underground”.
En 1996, el periodista Diego A. Manrique escribió en Babelia, el suplemento cultural de El País: “El hecho más notable del año es el reconocimiento masivo a Extremoduro, un proyecto semiclandestino que tiene la perfecta combinación de rock callejero y poesía marginal con su rotundo Agila”.
“Con Agila cerró una época vital”, recuerda Kike Babas: “Se cansó de las drogas y también de dar esa imagen de tirado”. También cambió de amigos. “Desde entonces Robe, más que cambiar de amigos, redujo su círculo íntimo”, precisa Babas, que fue cuando perdió el contacto con él: “Le ocurre a muchos artistas: tienen que cambiar de móvil, de dirección. Robe no quería que se siguiese alimentando su leyenda y sus batallitas del pasado”.
Extremoduro empezó a hacerse grande. En las entrevistas, de las pocas que concedía, Robe se mostraba como un hombre incisivo, recio. Impasible y satisfecho con el éxito, pero consciente de que se lo había ganado él solo. “Vamos poco a poco”, dijo, “sin el apoyo de los medios”. Unos medios que comenzaron a sentir un magnetismo hacia su historia. Él se vengó ignorándolos.
Sin embargo, en marzo de 1996, El País de las Tentaciones (actual EP3) publicó una entrevista con el cantante. “Mi poesía es de amor y guerra. Prince habla de drogas y nadie se lleva las manos a la cabeza. Yo, como lo digo muy clarito y en castellano, provoco rechazo”. Allí también admitió que no se sentía cómodo con el término “rock urbano” y hablaba del estilo que él mismo inventó: “Como soy de campo, a mí eso del rock urbano no me llega. Yo lo llamo rock transgresivo porque las letras tienen que llegar. No es música para bailar. Hago algo que te llega, que te motiva, que te hace sentir, que sientes. Yo me dirijo igual al rico que al pobre”.  
Mientras, reorganizaba su vida, volvió con su mujer Bibi, “que ha sido la que le ha reconducido, su tabla de salvación”, reconocen algunos amigos cercanos: “Es una tía de puta madre”.
También Iñaki lo sacó de Granada y se lo llevó al País Vasco. Uoho tiene su casa en Muxika, a menos de un kilómetro de Guernica, con un estudio de grabación. El lugar perfecto donde Robe ensayó y compuso los siguientes discos, Canciones prohibidas (1998) –Robe se empeñó en que las letras de la portada estuvieran formadas con cocaína de verdad– y Yo, minoría absoluta (2002), de imponente portada y letras soberbias. Como Stand by, que sirvió como banda sonora de la película La flaqueza del bolchevique (2003), basada en la novela de Lorenzo Silva.

Precisamente, fue el escritor madrileño quien entrevistó a Robe en 2006 para 'Rolling Stone'. “Lo vi muy centrado y con un aspecto magnífico. Nunca vi un personaje autodestructivo. Por encima de todo es un músico autodidacta con un talento innato. Es un poeta emocional y muy de corazón. Tiene unas imágenes poéticas muy poderosas”, explica Silva. Y añade: “Robe ha descubierto la lectura a una edad adulta. El mejor ejemplo de que nunca es tarde”.
En esa época, la fiera estaba más tranquila. Se blindó para defenderse de su caricaturización, pero seguía teniendo una personalidad fuerte. Ernesto Muñoz trabajó con él durante el disco de Extrechinato y Tú (2001), grabado con el 50% de Platero y Tú (Fito e Iñaki), con las letras de su también amigo y poeta Manolo Chinato. Ernesto recuerda la curiosa rueda de prensa donde rompió frente a los periodistas la portada que le dedicó El País de las Tentaciones. “Se pasó toda la noche diciéndome: ‘No se te vaya a olvidar la portada mañana’. Me lo dijo tantas veces que la tenía en la puerta de casa, para no olvidarla”. Al día siguiente Robe llegó a la rueda de prensa. Junto a él estaban Chinato, Fito e Iñaki. Robe leyó el titular de la portada: “Extrechinato y Tú. La última aventura de Robe Extremoduro”. Y soltó: “¡Bah!”, arrancando la página. “A la mierda Extremoduro”, terminó. “Estaba enfadado porque aquello era un disco de Manolo Chinato y no de Robe”, recuerda Ernesto: “Es un grande, pero terco. Es difícil convencerlo de algo, si no está de acuerdo. Se la suda. Si ha pensado que una cosa se hace así, así se hace. Ése es su éxito”. 
Robe no perdía colmillo. Sus ruedas de prensa eran demoledoras. David Bonilla, de su discográfica, todavía recuerda la expectación que levantó la presentación de su disco en directo Iros todos a tomar por culo (1997). Fue en una casa okupa. “Había ocho cámaras de informativos y los redactores más importantes de los medios escritos. Robe se sentó, fue el único que habló y estuvo incisivo. ‘¿Por qué un disco en directo?’, le preguntaron. ‘Porque me ha salido de los huevos’, respondió”.  
Puri Beltrán, periodista de la Cadena Ser, también entrevistó a Robe tiempo después de publicar su disco con Chinato. Es bastante certera al perfilar la personalidad del músico: “Es inteligente, pero en las distancias cortas le cuesta mucho expresarse. Tienes que tocar la tecla exacta para que se abra. Es como si supiera mucho más de lo que dice. Te lo tienes que currar para entrar en su mundo. Y si patinas, olvídate. Te pondrá la cruz”.
Robe empezó a escribir su primera y única novela, El viaje íntimo de la locura, en 2003. Pero paró. “Estudié por la Universidad a Distancia gramática y ortografía, porque quería tener soltura”, dijo Robe en una entrevista para El País en noviembre de 2009: “Cuando acabé de escribirlo me dio mucha pena. Me quedé como vacío. Me gustan mucho las palabras y enredar con ellas”. Robe escribía todas las noches después de cenar hasta las cuatro de la madrugada. El libro fue un éxito. La increíble aventura del gris y aburrido notario Don Severino vendió más de 10.000 ejemplares la primera semana.
Aunque Robe compuso poca música mientras escribía la novela. Una brutal crisis de creatividad hizo saltar las alarmas. No compuso una canción en seis años. ¿Se había quedado seco ? “Puede que sí”, respondía el cantante con cierto desasosiego en una entrevista en la cocina de la casa de Iñaki. “No sé qué botón tocar”, dijo: “Y me jode”. Hace tres años lo encontró. Publicó uno de sus mejores disco, La ley innata (2008). Y el botón sigue encendido. Material defectuoso (2011), su nuevo disco, es la prueba. 
“Siempre he hecho lo que me ha salido de las pelotas”, ha repetido en multitud de ocasiones Robe, que hace unos días hizo un viaje relámpago a su ciudad de nacimiento, Plasencia. Después fue a visitar a su amigo Manolo Chinato. Hay una canción en su último disco dedicado al bar que tiene el poeta en Béjar. “Somos el mismo tipo de personas. Evolucionamos sin dejar de ser nosotros mismos”, reflexiona Chinato. “La inteligencia está para evolucionar. Eso ha hecho Robe y así tiene que ser”.

miércoles, 2 de noviembre de 2011


Allá tú con tu conciencia, yo soy cada día más malo, estoy perdiendo la paciencia.


foto: extraida del video making off de so payaso